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RECICLANDO LA CIUDA    
Por Gabriel Palacios
 
     
 

Desde las seis de la mañana los carretoneros emergen de diferentes depósitos en Santo Domingo, Coyoacán, y sobre Avenida de las Torres marchan, salen como en procesión y al llegar al cruce con Cerro del Agua  se detienen uno tras otro, sus vehículos vacíos, esperando la luz verde para continuar su trayecto.

Al amanecer, don Jesús Martínez inicia su tránsito por las calles de Santocho con su inseparable cajón, las llantas bien infladas mejoran el traslado de los pesados cachivaches: “con una llanta ponchada, cuando llevas 70 kilos en tu carrito, pareciera que llevas 300, así pos cuándo”.

Son rumbos cotidianos las colonias de Contreras, San Jerónimo, Campestre, Jardines del Pedregal, Villas de Coyoacán, Centro de Coyoacán, Santa Úrsula, Santo Domingo e incluso la zona del World Trade Center.

“Las maniobras en una recta y de subida se deben hacer zigzagueando o pedir que te ayuden, según como se acomode uno”. Jesús y sus colegas recolectan refrigeradores viejos, cajas de cartón, archivos muertos, botellas de vidrio, estructuras de metal oxidadas y demás objetos reciclables.
Por la tardes y con el cansancio a cuestas, regresan en días calurosos o fríos, en el depósito colocan la carga en la balanza, ésta que determinará el precio de su esfuerzo, mientras, otros carretones llegan desde diferentes puntos, se estacionan arrinconados sobre  la banqueta y en el arroyo vehicular, pero en orden, como debe ser.

La reunión de chambeadores les permite tomar un refrigerio o ayudarse mutuamente para descargar lo recolectado, destazar un viejo y oxidado esqueleto automotriz, donde seis de ellos cargan el eje trasero a la báscula, y en sus rostros se dibuja el esfuerzo, que valdrá la pena cuando se concrete la venta.

Los riesgos existen, don Jesús sufrió alguna vez un percance, en una calle angosta un automovilista con prisa dio un leve rozón al carretón rayándose la carrocería, el conductor exigió una indemnización, don Jesús sin exaltarse se negó y continuó su camino seguido por el automovilista,  quien desistió al poco tiempo.  Así es esta chamba,  como dice el don, “cuando nos toque, pos ya ni modo”.

 
 
 
          Gabriel Palacios