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LA HERBOLARIA DE LOS REYES    
Por Gabriel Palacios
 

Finales de los años 30, el Pueblo de los Reyes era un vergel, había manantiales y  en ellos Tehuiztles, así llamadas ciertas apariciones, sin embargo eran paso obligado para recolectar agua. La región era próspera en cultivos para consumo familiar y para su venta en los mercados del pueblo, los pozos y manantiales permitían un riego continuo y adecuado.

En época de aguas, los conciertos nocturnos de ranas y grillos inundaban el ambiente, el baile de las luciérnagas hacía imaginarnos una lluvia de estrellas, por lo regular su larva vivía en los sauces, árboles abundantes.  Más al sur, estaba Llano Grande, parecía un alfalfar, una cubierta vegetal de Estrellita Blanca y Chícharo de Flor.

 
 

En Tetongo, lo que hoy es el Pedregal de Santo Domingo, existía una piedra de grandes dimensiones, una maravilla grabada por la mano del hombre, con una serpiente emplumada. De entre las plantas, muchas se usaban para curar dolencias y absolutamente todas nacían en esta región sin que nadie las hubiese plantado con ese propósito.

 

Cuando tenía 7 años sufrió una fuerte infección estomacal,no existían hospitales cercanos, fue tal la gravedad que estuvo a punto de morir.

Una vecina le dijo a su madre, doña Teresa, que con una infusión de Tlalancoaya podría sanar. Y así ocurrió. El Doctor Boris, como lo conocen sus amigos, mejoró. Ahí comenzó su historia con la herbolaria, el uso de plantas para curar.

Recuerda mucho el uso del Tianguis, el Epazote de Zorrillo o la Mejorana para el malestar estomacal, esta última muy amarga. Otra hierba, la Sábila, curaba heridas superficiales. Recolectada en los pedregales, la hoja del Zapote Blanco servía para regular la presión. Con el Tlacuache, único marsupial mexicano,  se preparaba un caldo que flexibilizaba los huesos para ayudar a las mujeres durante el alumbramiento.

La Santa María, la Ruda, el Malvón Rojo, el Romero y un huevo son ingredientes para una buena limpia y así quitar “el aire”.

A doña Teresa  continuamente le “daba aire”, debía ir seguido a hacerse
la limpia. Un día decidió practicar una receta: hacer una memela grande con maíz martajado, salir a caminar por los manantiales a las doce del día, tomar pedazos de la gorda y unos granos de sal y tirarlos por el lado izquierdo, sin voltear jamás… “¿Quien sabe qué cosa tendrá eso?, pero funciona”, relata el Doctor Boris.

Aunque la vieja vegetación no exista más, las raíces de la herbolaria prevalecen en personas como Boris. Hoy nadie lo llama por su nombre, Roberto Belmont, en Los Reyes le nombran Doc,  Doctor Boris, uno de esos hombres que fueron curados con hierbas.

 
 
 
          Gabriel Palacios