En mi pradera de Coyote, he sido testigo de la transformación del paisaje. He visto animales y plantas poblar los pedregales, huir después o resignarse a desaparecer; bravos ríos desangrarse o ser enjaulados en tuberías plásticas; la basura juntarse, apilarse en rincones o a cielo abierto; pero también a personas preocupadas porque la cosa no siga igual, que trabajan para darle sustentabilidad al barrio y pintarlo de verde.
Con la intención de mirar las calles con ojos ecologistas, surgen las letras de esta revista. Así, Crónicas Peregrinas cuenta en Éxodo hacia los recuerdos, un relato de la biodiversidad de los pedregales, la flora y fauna que ha brotado de las piedras.
Mitos del Caos narra en El vino que bebe la tierra, el increíble relato de los acueductos naturales de Coyoacán, los ojos de agua y ríos subterráneos que se niegan a dejar de llorar y mojarlo todo bajo el pavimento.
Y girando algunos grados hacia las personas, también me encuentro con los rostros de quienes le dan un uso distinto a los deshechos en beneficio de la comunidad, como la historia que Activista Ecológico describe en Reusar para que alcance.
Las Tribus enfoca a los carretoneros, los del viejo oficio de caminar las calles gritando ¡fierro viejo! En Reciclando la ciudad conocemos la crónica que nace cada mañana, en busca de los despojos del mundo.
Reducir, Reusar y Reciclar, la regla de las tres erres, es el A B C del ecologista, a la que hoy agregamos otra erre: Repensar; volver a pensar nuestra relación con el entorno, porque en él todo sirve, se separa o se vuelve polvo, como el mundo, que está hecho de polvo de sí mismso. |