Ángel, oficio en peligro de extinción, melancólico sin casa, vuelas de un lado a otro con tu dorso desnudo arropado de graffiti. La técnica de la irreverencia te ha creado. Compartes origen con incontables obras plásticas del circo de la infancia, del absurdo de lo absurdo, “donde los animales deben actuar como hombres y los hombres como animales”, donde reina el morbo por lo grotesco, la angustia del trapecio y la tristeza del enano.
Crear, idear, pintar rostros, lijar, esculpir, descarar al humano, poner insensatas orejas de burro, retazos y pegotes: trazo febril que hace de Armando Romero un artista de la escena fantástica. En sus lienzos conviven vacas de seis patas y Benito Bodoque, Las Meninas y La Pantera Rosa, personajes del “circo que nunca existió”.