Debajo del hiriente rojo hay gente loca. Ansias de llenar una pista circular con nuevos significados y un trabajo escénico que es uno y todos a la vez: teatro, danza, música, plástica, multimedia, en fin, todo lo imaginable, y hasta lo que no, se reúne en este espacio para levantar un híbrido: el circo contemporáneo.
Cuatro sombreros juegan, los aros y las telas danzan por el aire en espera de la siguiente función. Es la carpa Cirko DeMente; hasta aquí arribaron artistas de lejanos pueblos para nutrir este fenómeno con una intención artística más amplia. Ellos valoran la vieja usanza, no pelean con ella, experimentan otros caminos: romper la individualidad de cada acto presentado por el circo tradicional, y tejer entre uno y otro el delgado hilo dramático que los una y convierta en una obra total.
Los redobles modernos vibran bajo cubierta, cuerpo y pensamiento, forman un mismo ente creativo que no sólo rebasa los límites de la corporeidad humana, sino siembra en su público significados nuevos, perdurables, mientras lo convierte en partícipe de esta danza. Si el trapecista sube, todos subimos con él. Andrea Peláez, fundadora de Cirko DeMente, encontró, casi por intuición el rumbo que la pusiera frente a las gradas; cuando sale a escena y filtra el color de su jornada, las miradas despiertan a otra visión: “más allá de la industria del entretenimiento, el circo contemporáneo encierra una manifestación artística”.
Pero este movimiento no se detiene ahí, también escarba en la influencia que puede dejar, por ejemplo, al trabajar con niños en situación de calle. Llegan hasta ellos y les muestran actos circenses que envuelven disciplina, juego, trabajo en equipo, y conciencia de riesgo. La calle es dura, pero con el intento de alzar una pirámide, aprenden a conocerse, entonces pueden descubrir lo necesaria que es la convivencia con el otro. Se trata del circo social.
De esta forma cargan con su experiencia y la comparten a todo aquél interesado en jugar al arte de figura elegante y precisa. Avanzan con la mira fija, sembrar la raíz de este arte. Por ello sueñan con abrir una sitio especializado, que cuente las historias circenses forjadas en diversos lugares; libros, audio, video, todo material que permita revelar que “la cosa más loca que pueda pensarse hacer con circo, se ha hecho ya”.
Lo más curioso es que gran parte de esas locuras están asentadas en México; gozamos de una de las tradiciones circenses más ricas, íntimamente ligada a nuestra identidad nacional; sin embargo, hasta ahora, injustamente, el circo no es candidato a recibir un considerable apoyo para presentaciones, festivales, talleres y la creación de una escuela mexicana de artes circenses.
Es largo el camino por recorrer, estamos a muchos números más de lograr que las discusiones de arte pongan en la mira las manifestaciones de circo contemporáneo, pero el paso no se pierde, mientras exista la capacidad de convertir en el instante vivo la realidad en fantasía; de conquistar sueños que para el hombre son de antaño, como elevarse en el aire, plantar cara a la gravedad, abrir los brazos y volar.
Este es el espectáculo onírico del cuerpo, lenguaje universal. Aquí se descubren músculos olvidados o desconocidos, los objetos crecen como extensiones humanas, y nunca, nunca es lo mismo. Al final de la función, cuando la gente aplaude saben que de nuevo la técnica estuvo al servicio del arte y dio lugar a un circo renovado, “al circo de la historia, de la vida, de-mente”
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Cirko DeMente |
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