LAS CALLES DE SANTO DOMINGO

Por Omar Escobedo

Un rostro hinchado marcado por golpes, una playera roja, chamarra y pantalón azul que delatan el tiempo que llevan juntos. Un hombre con aliento a alcohol saluda a la gente que lo ve pasar. Bambaleándose por la banqueta se acerca a una caja de cartón en donde encuentra una cobija, unas cuantas prendas y una botella de plástico con mezcal; lo indispensable para pasar la eterna resaca.

Modesto tiene 45 años y vive en la calle. Se volvió cotidiano verlo dormir en las banquetas. Él mismo se ha  impuesto su nombre completo: “Modesto González totalmente potrudo, soy de Veracruz y totalmente de Veracruz”, aclara que de ciudad Cardel, Jalapa, aclara.

-¿En qué año llegaste al DF?
-En el 72, nomás échale, mh… son como 32 años.
-¿Cómo llegaste a la ciudad?
-De puro raid, no tenía dinero, y me dieron un aventón.

Así llegó a Santo Domingo del Pedregal, asegura, antes de enfatizar: “Yo soy como Valentín Trujillo, perro callejero, porque siempre ando en las calles”.

El hombre se autoexilió. Cuenta que cuenta familia pero prefiere la calle “Porque nadie toma allá en mi casa, porque yo tengo casa allá por el IMPI, enfrente viven mis familiares los de la farmacia y los de la rosticería y al lado en la esquina vive mi hermano, esa casa yo la construí.

Modesto tuvo oficio “de albañil especialista; yo sé construir y echar las losas, se trabajar de fierrero y me la sé también en la pintura y en la pasta”.

En medio de su conversación dispersa recuerda bien que se casó a los 17 años “en Ermita 132 entrada A, ahí vive mi esposa con mis hijos y una ya me hizo abuelo, los otros estudian”.

Su último encuentro familiar fue el primer día de este año, cuando los hijos lo visitaron en la banqueta. Refrenda que no volverá a su casa.

-Ya no voy pa´llá porque no me gusta que mi hijo me vea así; él está estudiando para doctor y no quiero que me digan que soy un mal ejemplo, y mi hija es aeromoza y no quiero que me vea así. Hace un ejercicio de memoria y le sale el pasado de repente: “yo hice mi servicio en Veracruz, en la Marina”, pero que no se enteren los de Alcohólicos Anónimos, no vayan a querer venir por mí. Uno  de sus amigos interviene: “a este ya ni las patrullas se lo quieren llevar, porque la empioja”.
-¿Y ahora qué piensas hacer?
-me gustaría ser diputado para mandar a todos a la fregada, y después presidente.
Omar Escobedo

Ahora se mantiene de algunas dádivas: “estoy bien con mis cuates y los señores de la casa grande son a todo dar, buenas gentes me dan 100 pesos por cuidarle el coche las noches,  el señor, sus hijos y la señora son buenas gentes”.

Ya casi nadie se asusta cuando el grito y el aliento se abren paso en las banquetas. Los vecinos ya saben que es él, aunque desconocen el nombre y el pasado de Modesto. Comparten la banqueta en donde se pregona que Coyoacán es bello.