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EL DOCTOR DE LOS PEDREGALES

Por Charyt Silva

Cuando Marcos llegó aquí, a los Pedregales, esa visión apocalíptica de gente que vivía hasta por debajo de las piedras, más que disgustarle, le inquietó, lo llenó de orgullo.

La historia del Doctor de los Pedregales comienza en la década de los 70 con las oleadas de migrantes al D.F.  Así llegó el joven Marcos, quien vino de un alejado pueblo de Oaxaca para cumplir el sueño de su vida: ser médico. Pero a la par, compartir la ilusión de encontrar un hogar en las formaciones rocosas que el Xitle dejó tras su explosión. La historia de lucha de los colonizadores de Santo Domingo se enlaza a la suya.

Marcos inició la secundaria a los 20 años, trabajó hasta concluir sus estudios en la UNAM. Antes, también formó parte del ejército, donde reafirmó su vocación con “constancia, sacrificio y echarle ganas”.

Ataviado con una bata blanca el Doctor Marcos Rodríguez aguarda en la sala de espera de la clínica San Marcos, una de las tres que posee. Los pacientes lo solicitan en cualquier momento y él siempre está disponible. En el sanatorio Solidaridad otorga desde hace más de una década servicio a gente de bajos recursos. Aquí la labor social prevalece. Elige esta profesión porque “quería atender a los enfermos (…) hacer algo por mis semejantes”.

Siente satisfacción de salir y encontrarse a sus pacientes, la comunidad reconoce su esfuerzo. Su fama ha trascendido a los EU.  

Sobre el aborto piensa: “Nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie” aunque “hay casos especiales, cuando la vida de la madre está en peligro o la del producto… hay que valorarlo”. Así se expresa quien ha atendido alrededor de mil 500 partos.

Una ocasión en Chiapas, durante su año de internado, solicitó un caballo. Un malicioso le prestó al más brioso. Marcos se lo llevó y cuando regresó... ¿No lo tiró?, le preguntaron.  -No, ¿qué no me ves arriba? Este episodio resume, en cierta forma, su vida. Las circunstancias  lo obligaron a salir de su comunidad, trabajar para concluir sus estudios, enfrentar diversos peligros. No obstante, al igual que con el brioso caballo, la difícil vida fue domada.