Nada es estático, todo cambia… Y como la Tierra que sin embargo se mueve, se traslada y rota, mi decimosegundo aullido está dedicado a los giros, a los desplazamientos cíclicos, a las ruedas, las extensiones del cuerpo que acortan las distancias, que son trabajo y recreación, que son símbolo de dolor, esfuerzo y libertad.

En Orgullosamente de… se publica la historia de casi un padre y casi un hijo, ciclista internacional aquél y joven aprendiz éste, que hicieron del barrio y del  Taller Albatros, su casa.

Yo Coyote, me pongo de pone de pie por publicar en Tírate un cuento, poema o rap… las palabras precisas y pulcrasque describen la vida desde una rueda de bicicleta: Cyclos (Love Song), de Adán Medellín,  quien ha circulado años por aulas universitarias de esta pradera.

Las ruedas también son alas, se convierten en el instrumento de vuelo de una de las Tribus más vistosas. Conoce la historia de los skateboarding más chavales del paisaje de concreto de Coyoacán en Maderas al viento.

Despido estas páginas de acordeón con un monólogo que precipita la velocidad y el amor por los engranes. En Crónicas Peregrinas se publica el Soliloquio Moteca, la voz interna de un motociclista que en las ruedas encuentra paz.

Cierro también mi ciclo anual editorial, 2007 termina con este pequeño homenaje a la gente de la pradera que da vida al círculo, que vive sobre esa forma geométrica que surca las calles, que pedalea para llegar a casa  o para volar.

Pero más pronto que tarde las piedras de este barrio volverán a ser anfitrionas de las huellas de este Coyote Itinerante, quien tras la pista de historias comunitarias, veo que dos mil ocho está a la vuelta de la esquina.