TEMAZCAL. MORIR PARA NACER DE NUEVO

Por Adriana Juan

Las piedras volcánicas se habían calentado, llevaban en la fogata cerca de una hora, el humo producido por la leña quemada y el frío de la mañana se parecía al ambiente de un bosque aunque se trataba del patio de la casa de Hipólito Irepan. Al lado de las piedras de fuego, sobre la leña, hervía una infusión  de hierbas conocida como Tizana. Poco a poco ésta desprendía los olores mezclados de la ruda, albaca, manzanilla, eucalipto y romero.

Las piedras volcánicas se habían calentado, llevaban en la fogata cerca de una hora, el humo producido por la leña quemada y el frío de la mañana se parecía al ambiente de un bosque aunque se trataba del patio de la casa de Hipólito Irepan. Al lado de las piedras de fuego, sobre la leña, hervía una infusión  de hierbas conocida como Tizana. Poco a poco ésta desprendía los olores mezclados de la ruda, albaca, manzanilla, eucalipto y romero.

Héctor Bautista

El Temazcal ubicado en la esquina del jardín, estaba armado con varas y cubierto con lonas de plástico, aunque en las culturas prehispánicas se acostumbraba hacerlo de materiales orgánicos como la arcilla, lo cual suponía  constante mantenimiento pues había que sacar  a los insectos que  lo habitaban  y podían picar a los indígenas.

La ceremonia comenzó cuando el Guardián sopló el Caracol  para saludar a los cuatro elementos fundamentales del Universo. El saludo, dirigido hacia los cuatro puntos cardinales, convocaba al  Agua, Fuego, Aire y Tierra a entrar en comunión con el cuerpo y el espíritu.

Después del saludo, el Guardián y tres personas más entraron al Temazcal. Se sentaron en el piso de ladrillos rojos, con las piernas dobladas y poco espacio para acomodarse. La piel de los brazos y las pìernas desnudas se rozaba de vez en cuando.

Después del saludo, el Guardián y tres personas más entraron al Temazcal. Se sentaron en el piso de ladrillos rojos, con las piernas dobladas y poco espacio para acomodarse. La piel de los brazos y las pìernas desnudas se rozaba de vez en cuando.

La temperatura fue en aumento, las gotas de sudor fluían livianas y abundantes. El corazón empujaba la sangre  rápidamente a cada rincón del cuerpo y el vapor oloroso parecía insuficiente para la extensión del pecho.

Cada vez que el Guardián regaba la infusión en las piedras, el calor crecía. Los cuerpos se enrojecieron levemente y  sudaban como si hubieran corrido media hora.  Luego de quince minutos de tolerar  la temperatura, el Guardián dejó entrar el aire fresco levantando uno de los extremos de la lona de plástico. Ésta se denomina la primera puerta.

El contacto con el aire fresco disminuyó el calor, entonces el Guardián roció agua fresca  sobre   los cuerpos semidesnudos. Esta reacción térmica desintoxica la sangre, tonifica los músculos, y llega incluso a desparasitar y regenerar la flora intestinal.

Después de la llovizna de agua fría el Guardián  bloqueó la salida del aire con la lona de plástico y repitió el ritual tres ocasiones más, cada vez con más calor y placer.

De acuerdo a Hipólito Irepan, médico tradicionalista purépecha, la experiencia del Temazcal, forma parte de la vida cotidiana de algunas comunidades indígenas de Puebla y Tlaxcala.

Antes del matrimonio o de otras celebraciones, para ayudar al nacimiento de una nueva vida o para acompañar  a ésta hacia la muerte, se practica este ritual de purificación que significa muerte y renovación al mismo tiempo.

Para comenzar el matrimonio, cada elemento de la pareja se purifica en el Temazcal con el fin de que comience su nueva vida totalmente limpio del cuerpo y del alma.

Durante la labor de parto el calor y las hierbas del Temazcal  ayudan a que los músculos de la madre se flexibilicen, además estimulan la circulación sanguínea y por tanto la buena oxigenación de la madre y su hijo. Así mismo, el cambio de temperatura que experimenta el recién nacido no es tan brusco, pues el clima del Temazcal está por arriba de la temperatura ambiente. Para las comunidades, el nacimiento de una nueva vida dentro del Temazcal representa la transición del seno del vientre de la madre al seno del vientre de la Tierra.

Durante la labor de parto el calor y las hierbas del Temazcal  ayudan a que los músculos de la madre se flexibilicen, además estimulan la circulación sanguínea y por tanto la buena oxigenación de la madre y su hijo. Así mismo, el cambio de temperatura que experimenta el recién nacido no es tan brusco, pues el clima del Temazcal está por arriba de la temperatura ambiente. Para las comunidades, el nacimiento de una nueva vida dentro del Temazcal representa la transición del seno del vientre de la madre al seno del vientre de la Tierra.

Aquí se aprende a escuchar el lenguaje de las rocas, a reconocer los olores de las plantas, a sentir y disfrutar los cambios térmicos y, a reconocerse en unidad con los elementos naturales.

Al término del ritual la piel queda suave, y los pasos pesados. La gente se tuerce ebria como de sol, sedienta de luna y aire. Camina buscando la salida, las calles, el transporte que lo devuelva al mundo de lo cotidiano, pero siempre volteará con un guiño cómplice al Temazcal.